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Rescatista del accidente de la minera Flor de Té destaca hoy en el trabajo del cuero

4 abril, 2018

Tras retirarse de la minería en 1996, Roberto Vicentelo lleva casi 20 años dedicado a la artesanía en un taller que tiene en su casa. Ha participado en varias ferias nacionales, teniendo siempre muy buena recepción.

La curtiduría de Roberto Vicentelo es célebre dentro de Andacollo, destacando la elaboración de monederos, billeteras, carteras y estuches para teléfonos móviles y radios para los mineros de antaño. Aunque, ya era conocido antes de ser artesano, puesto que se le recuerda por su labor como rescatista en el histórico accidente de la mina Flor de Té. Hasta el día de hoy reside en Chepiquilla, siendo uno de sus primeros habitantes, tanto así que la calle donde vive lleva el nombre de su madre: Rodelinda Alvarado. Tiene 87 años, lleva 53 años de casado con Inés y tiene 5 hijos.

Vicentelo explica que aprendió el arte de la curtiduría cuando asistió a un curso en Andacollo, enfatizando la buena recepción que ha tenido del público: “Como había salido de los trabajos pesados, fui a ese curso y listo. Después, vendía donde Soledad Díaz, en la Fiesta. Hasta llegué a exponer en Chimbarongo. Siempre he tenido habilidad para aprender. La gente está contenta de lo que yo hago, porque soy rápido: no paro un trabajo hasta que lo termino”.

 

“Recuerdo de Andacollo”

El artista tiene una fuerte conexión con Chepiquilla, lugar donde siempre ha vivido, a pesar de que su familia emigró del Norte Grande. Tan fuerte es su lazo, que lo muestra señalando que graba su lugar de origen en todos sus trabajos: “Cuando pararon las salitreras en el Norte, en la década de 1930, las empresas daban pasajes a los trabajadores para que se fueran a vivir donde quisieran, mientras estaba malo, y luego los iban a buscar cuando se mejoraba la cosa. A eso se le llamaba enganche. En ese contexto, mi familia se fue para Santiago pero, cuando la detención de faena fue definitiva, se establecieron en Romeralcillo, en Ovalle, donde teníamos parientes. Buscaron en otra parte, porque era tan pobre Chile que hasta la situación en Santiago no era buena. En 1932 llegamos acá a Chepiquilla, donde fuimos uno de sus primeros habitantes. Prueba de ello, es que una de las calles del pueblo lleva el nombre de mi madre. Yo toda mi vida he vivido aquí, por eso a todo lo que hago le pongo ´recuerdo de Andacollo´”.

 

 

Fiebre del Oro

Vicentelo explica que la razón de que su familia se haya establecido en Chepiquilla fue para dedicarse a la extracción y venta de oro, que trajeron prosperidad al pueblo, hace muchos años atrás: “A los 12 años empecé a trabajar en las minas, junto con un tío en Manganeso. Después, me dediqué al oro en Andacollo, siendo pirquinero en los lavaderos, donde acarreaba agua. Como mi tío era herrero, me enseñó a arreglar herramientas. Posteriormente, fui a parar a las minas de cobre, donde aprendí a maderar las minas, arreglar los perforadores, hacerle mantención a los compresores y la soldadura. Los primeros que llegaron a Chepiquilla, hicieron campamentos para los lavados de oro, donde está la escuela, en Churrumata, Los Negritos, El Toro y dónde está lo que llamamos ´Chalé´. Las condiciones laborales eran difíciles: no se conocían los zapatos y entrábamos descalzos a las minas. Llegó mucha gente. Entre 1930 a 1940, Andacollo llegó a tener 30.000 habitantes. Antes, lo mejor que había era Andacollo. Se ganaba mucho pero iba a parar a los cabarets y a la noche. Había decenas de cajas compradoras donde la gente hacía filas tremendas para vender su oro. Nunca he sufrido grandes pobrezas en Andacollo. Siempre he sido feliz aquí”.

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