Como es de conocimiento La Virgen María, recibe muchos nombres en muchos lugares del mundo y esto obedece a ciertas características históricas y culturales, pero siempre en atención a la Maternidad Virginal de María Santísima, madre del Redentor Jesucristo, nuestro Señor, así también ocurre con el título de La Inmaculada. Según señala el sacerdote de la parroquia de Andacollo David Quilodràn “Ya desde los inicios de la era cristiana, el pueblo cristiano, es decir, nosotros que somos la Iglesia, han reconocido méritos a la Virgen María. Incluso, es la propia Palabra de Dios quien la llama “bienaventurada”, que es una expresión contundente y profunda que en otra oportunidad conversaremos”.
La Iglesia, el Pueblo de Dios, hizo oír su voz y pidió por años al papa el pronunciamiento sobre esta materia, hasta que finalmente el Papa Pio IX promulga el 8 de diciembre de 1854 el dogma con el documento oficial del Vaticano: “Ineffabilis Deus” (Dios inefable) y en este se declara que María, la santa Madre de Jesucristo ha sido concebida sin la mancha del pecado original en atención a la gran y única obra redentora de Jesucristo, y dice exactamente así: “Que la doctrina que sostiene que la Beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús, Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…»
Es decir, La Virgen María fue concebida, fue llamada a la vida, sin la mancha de pecado original que portamos todos los seres humanos por herencia del pecado de Adán y Eva que usaron indebidamente la libertad para ir en contra de la voluntad de Dios. El bautismo nos limpia y nos libera de este “Pecado Original”, pero en María no existió tal pecado, porque el mismísimo Dios la preservó para que “de su seno inmaculado naciera el Salvador”. Por esta razón, a la Virgen Inmaculada también se la llama “Purísima”.
En Andacollo, donde tenemos como patrona a la Madre de Cristo bajo el título de Virgen del Rosario y cariñosamente también la llamamos Chinita, reconocemos la “Pureza Inmaculada de nuestra santa Madre”, por eso celebramos con tanta solemnidad esta fiesta sostuvo el Padre David, quien destacó además que “Para esta fiesta, se toma el evangelio según san Lucas, capítulo 1, versículos del 26 al 38. Aquí se destaca y reconoce cómo “nada es imposible para Dios, y ese poder de Dios se manifestó en el seno de María cuando concibió a Jesús, es el momento sublime en que Dios mismo mira con especial atención a una mujer humilde de Nazaret, le pide consentimiento, y el creador del universo, se hace pequeño en el seno maternal de una muchacha, y ocurre la maravilla de Dios entre nosotros.”
Cuando celebramos cada 8 de diciembre la fiesta de la Inmaculada Concepción de María, reconocemos “la mirada de predilección de Dios hacia ella”, reconocemos también que “es el mismo Dios quien la elige como Madre de su Hijo” y justamente por esta trascendental obra, el mismo Dios “la prepara purísima con su gracia y la hace una morada digna”.
María “purísima”, preservada del pecado, ha sido liberada del pecado y orgullo humano que se revela frente a Dios. El evangelio llama «feliz» o “bienaventurada” a María, porque ella vivió como nadie el espíritu de las bienaventuranzas que Jesús enseñó a sus discípulos.
En Andacollo se celebró esta festividad el pasado domingo 8 de diciembre con la misa solemne realizada en la Basílica Menor , ocasión en donde las comunidades cristianas y familias llevaron las imágenes de la Virgen María, en sus distintas advocaciones, para ser bendecidas, porque a través de las imágenes nos ayudan a contemplar la gracia de Dios, el amor tan grande por la humanidad y “que se hizo carne en Jesucristo” en el purísimo seno materno de María de Nazaret concluyò el Padre David Quilobràn quien presidió esta celebración la que culminó con una procesión por el frontis de la Basílica.