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Marta Quispe y su amor eterno por la crianza de animales en Andacollo

12 julio, 2018

Nacida en Bolivia, lleva cuarenta años viviendo en el sector La Laja, donde su vida ha girado en torno al campo, a la crianza de animales y a la agricultura. Viuda de un célebre camionero andacollino, jamás pensó que terminaría viviendo a más de 1600 kilómetros del lugar donde llegó, de la mano de su padre, buscando un nuevo comienzo.

Marta Quispe nació en Bolivia y a la edad de cuatro años, se vino a Chile con su padre, quien se nacionalizó chileno. Creció en Arica, donde conoció a su esposo, Pedro Jeraldo, conocido camionero andacollino, quien trabajaba para David Rojas. Se casó con Jeraldo y se vino a vivir a la zona, estableciéndose primeramente, en Las Catanas y luego Caletones, para quedarse definitivamente en el sector La Laja. Tiene tres hijos, siendo dos de su matrimonio con este famoso transportista local.

En el 2008 Marta quedó viuda, alejándose por un tiempo del campo, quedando todo a cargo de su nieto, quien fallecería posteriormente. Así Marta tuvo que volver, tras dedicarse a viajar, y de ahí nunca más quiso irse de Andacollo, a pesar de tener parientes en Oregon, Estados Unidos, que le han ofrecido cambiar de rumbo. Sin embargo, ella se mantiene estoica en La Laja, donde continúa cultivando su verdadera pasión: el amor por la naturaleza y los animales.

Quispe detalla que ha llegado a tener decenas de animales, pero que circunstancias de la vida le han obligado a tener que ir desprendiéndose de ellos: “Primero tuve cabras. Llegué a tener 77. Me dedicaba a vender quesos y sacar leche. Pertenezco a la Sociedad de Crianceros, pero hoy estoy inactiva. También tuve chanchos. No obstante, cuando fallecieron mi esposo y mi nieto, tuvo que deshacerme de ellos, porque caí en depresión. Ahora tengo gallinas. He llegado a poseer hasta 40. Aunque hubo un intermedio que no tuve, porque cuando mi hija fue a tener su bebé, se me murieron porque nos fuimos y nos olvidamos cerrar una puerta y por ahí se entró una jauría de perros. Así que las eliminé y me dediqué a viajar. Llegué hasta Iquique. Luego, por una casualidad del destino, volví a tener gallinas, porque iba a venir mi hijo y compré unas cuantas para hacerle cazuela. Después me las quedé. Además, tengo 14 corderos y 6 cabras».

«Me aburrí de callejear y ya nadie me saca de aquí. La vida es tranquila. No me gusta la ciudad, porque hay mucha bulla y no se puede vivir tranquila. Voy a ver mi papá a Iquique pero no me acostumbro, puesto que Andacollo es donde yo vivo. El único problema acá es que escasea el agua y no tengo para alimentar a mis animales y regar mis damascos, naranjos, limoneros y durazneros, de los cuales saco fruta para hacer mermelada de estación”, agregó.

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