El pasado martes 18 de septiembre cumplió 100 años, celebración en la que estuvo acompañado por los 130 miembros de su familia, en el sector Barrio Norte de la comuna.
Daniel Segundo Berríos Suárez es uno de los habitantes más antiguos de Andacollo. Nació en el sector de La Caldera y actualmente vive en Matadero. Es uno de los pocos que vivió la época de los lavaderos de oro durante los años 30’s, la cual fue una de las etapas más gloriosas de la comuna. A pesar de su avanzada edad, todos los días cumple sagradamente con su ritual de recorrer el centro de Andacollo, compartiendo historias a locales y forasteros interesados en conocer el pasado de la ciudad.
Berríos relata que tuvo siete hermanos, de los cuales es el único que aún se encuentra con vida. Nació en sector La Caldera pero su familia se estableció en Ovalle. Fue mellizo y nació el 18 de septiembre de 1918 a las 4:00 hrs. Además, cuenta con pena que su madre falleció a los 40 años, cuando él tenía solamente 10, situación que lo llevó a trabajar para poder subsistir, ayudando a una familia que se dedicaba a la amasandería de pan, recolectando paja y “chamisa” para los hornos.
Agrega que estaba un día en la plazuela de la ciudad limarina y escuchó hablar que la Crisis del Salitre provocó la apertura de lavaderos de oro en Andacollo y decidió tomar el tren en la estación Los Inciensos y venirse a la comuna a probar suerte, a pesar de que era solamente un niño. Berríos vivió 60 años en Churrumata.
“Cuando llegué a Andacollo era muy pobre, solamente estaban las dos calles del centro y la mayoría eran puros montes. No había luz pero sí mucha agua, que corría sin parar por la quebrada. Acá ayudaba a acarrear agua en los lavaderos. Nunca me dio por lavar oro. Sin embargo, con los años estuve haciéndolo en Maritatas junto con dos hijos en la antigua Churrumata. Para los 70’s construí mi propia casa y me establecí en la comuna. Me casé a los 24 años con Luisa Zepeda. Ella era de Canelillas, Huamalata y tuve 11 hijos, de los cuales sobrevivieron nueve”, recuerda.
El “Andacollino Centenario” enfatiza que, comparando el Andacollo de antes con el de hoy, se queda con este último, ya que «a diferencia de años atrás, ahora no falta quien le brinda ayuda a uno”.
Finalmente, agrega que el secreto de su longevidad radica en la herencia familiar: “Yo aún me mantengo activo, salgo todos los días a caminar. No obstante, más que eso, el secreto es una idea que siempre he llevado en mi cabeza: mi abuela, a la que alcancé a conocer y una tía, vivieron hasta los 120 y 115 años. Siempre me dijeron que yo iba a heredar esa característica, al pertenecer a una familia longeva”.
Hoy este adulto mayor recibe el cuidado de sus hijos y nietos que felices comparten con el cada día los relatos de sus divertidas aventuras.