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Juan León Castillo y su vida marcada por la devoción a la Chinita

28 septiembre, 2017

Don Juan León Castillo, es un andacollino de nacimiento que lleva grabada en su ser la esencia del Chino, aquella que con instrumentos cadenciosos agradece la protección de la Virgen del Rosario de Andacollo.

Actualmente, es el jefe del Baile N°8 (conocido como el baile rosado) que fue fundado en 1856 en el sector del Tome, cercano a la Mina Hermosa, es ahí donde hombres de esfuerzo como los pirquineros y lavadores de oro se unen para honrar a su Chinita a través de la danza, la música y el canto.

Este Chino andacollino desde muy pequeño fue encomendado a la protección de la Virgen de Andacollo por su madre, ya que a los tres años enfermó de meningitis cuando su familia se había trasladado a las salitreras del norte grande, fue inscrito en el Baile Barrera a esa edad.

Al regresar se establecieron en La Serena, y comenzó a participar en el extinto Baile Chino Santa Lucía que funcionaba bajo el alero de los monjes Capuchinos. Después volvieron a Andacollo “mi mamita habló con el jefe del Baile N°8 de ese entonces don Agustín Ruiz y le dijo que viniera no más”, señala don Juan.

De esos años de su infancia recuerda que acudían al Sauce donde don Agustín y su hermano Humberto, quienes les enseñaban a los más pequeños como confeccionar los flautones andacollinos, así aprendió a pelar los cueros y a seleccionar las cañas más adecuadas que darán a dicho instrumento su sonido vernáculo.

Hace 25 años comenzó él mismo a fabricar los flautones ante la necesidad que surgía ya sea por renovación o por la incorporación de nuevos danzantes chinos a los diferentes Bailes Religiosos. De este oficio nos señala sentirse muy orgulloso, pues le ha dado la oportunidad “de ser un privilegiado porque pude tocar una flauta de los antepasados que está en el Museo de La Serena”, recuerda muy emocionado.

Don Juan comenta que llegó a ser el jefe del Baile de manera natural, pues asumió como tercer jefe y poco a poco fueron falleciendo los otros líderes y tuvo que tomar la responsabilidad de dirigir el Baile N° 8.

Algo que hace con mucho orgullo porque su vida está marcada por su ferviente devoción a la Morenita de la montaña “gracias a ella tengo salud, pude tener una familia y mis hijos que están bien; soy feliz de bailar en cada Fiesta”.

Finalmente, con un poco de nostalgia don Juan recuerda que hasta las décadas del cuarenta y cincuenta acudían muchos niños y jóvenes al Baile, que durante las Fiestas ayudaban a traer desde el Sauce los implementos de los danzantes y como se llenaba el patio de una piadosa vecina en calle Sierra que les prestaba su patio para ensayar.

Alrededor de 1960 los Bailes que se van creando comienzan a utilizar instrumentos gruesos que atrajeron la preferencia de los jóvenes, por eso sueña con que la herencia del Baile N° 8 de ciento sesenta y un años de existencia perdure, “hago un llamado a los niños y los jóvenes andacollinos para que miren que es un Baile original de Andacollo y que ojalá no se pierda para dejar un legado” invitándolos así a formar parte de la tradición de fe mariana de nuestro pueblo.

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